Javier Rodero

23.11.2015 00:00
 
 
 
 
 
- ¿Cómo fue tu inicio en la música, lo que te apasionó de ella desde pequeño? 
 
 
Empecé a acercarme al piano con 7 años, acompañando a mi hermana mayor a una academia de música y danza. Mientras ella asistía a clase, a mi me daban papeles con notas musicales para colorear. En nada me vi sentado en la butaca frente a las teclas, y me presentaron el instrumento como un juego. En ese sentido, me parece interesante como tanto en inglés como en francés se utiliza la formula “play” y “jouer” (jugar)
para nuestro “tocar”. Creo que ese es una buena manera de acercarse a un instrumento, alimentando el concepto lúdico. Luego fue tocar una tecla, y quedar atrapado.
 
 
 
¿Cómo fue tu formación musical?
 
 
De los 7 a los 15 años acudí a esta academia, con Doña Amalia Navas a la cabeza. Una compositora genial que con su mera presencia transmite una pasión por la música muy potente. Ahí me fui formando poco a poco, sin prisa académica, potenciando más la interpretación que la técnica. Ya desde pequeño me sentaba al piano, y este me invitaba de forma natural a tocar sin pensar, a dejarme llevar y componer. La palabra “componer” tiene una carga demasiado seria. Yo tocaba, improvisaba, jugaba… sin saber siquiera que existía esa palabra. Al fin y al cabo, componer no es más que decidir y poner en orden la música que está ahí.
 
En plena adolescencia abandoné el piano por un par de años, pero a los 18 volví a sentarme en la butaca. Seguí formándome en la academia y aprendiendo otros géneros de forma autodidacta. 
 
Cada día aprendo algo, y es una de las cosas que más me apasiona de la música, que me garantiza compañía y aprendizaje de por vida sin necesidad de enchufarme a la red eléctrica. Coste cero. La energía la pongo yo. 
 
 
 
- Durante quince años fuiste editor de cine, ¿qué resaltarías de esta labor? Y, ¿por qué posteriormente querías dedicarte a la música de cine?
 
 
Otra de las cosas que tenía claras era que quería dedicarme al cine. Estudié en la ESCAC y me especialicé en montaje atraido por conceptos como manipulación, ritmo, estructura… Y por el extraño placer de poder ver todo el material rodado. Para mi eso es un privilegio, poder verlo todo.
 
Seguí experimentando con la música en paralelo a mi trabajo como montador. Una cosa alimentaba a la otra. Y el viejo sueño siempre había sido hacer bandas sonoras. Poco a poco fui incorporando piezas propias a trabajos de todo tipo, hasta que Javi Ruiz Caldera me propuso componer unas pruebas para Promoción Fantasma. El viejo sueño se plantaba frente a mi. A por ello. Todos quedaron satisfechos con las pruebas y tanto Javi como los productores confiaron. Esa confianza es una de las cosas que más agradezco.
 
 
 
 
- Has colaborado con el director Javier Ruiz Caldera en tres de sus películas, "Promoción fantasma", "3 bodas de más", y "Anacleto: Agente secreto". ¿Cómo se involucra en la banda sonora de sus películas?
 
 
Javi se involucra y disfruta de todos los procesos. La música es muy importante para su forma de narrar, así que su implicación es máxima. Hablamos desde el inicio del proyecto, momento en el que empiezo a hacer propuestas referenciales y propias. Abrimos el abanico y vamos perfilando el tono. Una vez está claro, empiezo a trabajar con secuencias premontadas. Mi bagaje como montador me es muy útil en este proceso. 
 
Voy tejiendo la música en mi estudio, avanzando a medida que se va puliendo el montaje. Para mi la música está a merced de la imagen, respetando la comprensión del relato, apoyando el plano emocional de cada momento, desapareciendo si es necesario. Otra de las cosas que me interesan es que tanto en el montaje como en la música se trabaja en el plano micro y macro. Mini estructuras que conforman la estructura madre. Trabajar al frame, al compás, durante un buen rato, ampliar luego el campo y darle al play para ver como respira el conjunto es uno de los placeres del oficio.
 
Otro de los placeres es cuando Javi viene al estudio, miramos, escuchamos, corregimos, descartamos, atacamos, charlamos… Tiene muy claro lo que quiere, y más claro todavía lo que no quiere. Pero se muestra muy abierto: “propón, proponme cosas.” Le gusta que le sorprendan, y eso es agradable.
 
 
 
- "Anacleto: Agente secreto", ha sido un éxito del cine español. ¿Cómo fue componer su banda sonora, y qué idea musical tenías en mente durante el proceso de la misma? 
 
 
Anacleto ha sido un claro punto de inflexión para mi. Enfrentarme a ella ha sido todo un reto. ¡Vértigo orquestal! Bienvenido sea. He aprendido mucho y he estado muy bien acompañado. Marc Blanes, el productor musical, es un billete a la tranquilidad, Joan Martorell, un director de orquesta magnífico con el que he conectado muy bien, y disponer de la orquesta del Liceu, un lujo. He disfrutado de la confianza del productor Paco Ramos, a quien agradezco su generosa visión cinematográfica.
 
Respecto al tratamiento musical, la idea era clara: Anacleto es una comedia de acción. Muy marcada en ambos géneros. Para la acción era necesario hacer un guiño al género de espías. Dotar al héroe de un tema propio que se desarrolla y articula toda la aventura. Anacleto es un espía de la vieja escuela, así que me divertía la idea de recuperar la sonoridad 60’s / 70’s, utilizar un clavicordio, meter una Big Band en una orquesta, cascabeles, bajos eléctricos potentes…
 
La secuencia inicial de Anacleto es una presentación en toda regla. En un par de minutos deja muy claro el tono de la película. Podíamos haber optado por dramatizar el paseo por el desierto utilizando un score atmosférico, con reminiscencias árabes, a tempo con la lentitud de lo que ocurre en pantalla. Pero no es eso lo que queremos. No queremos que Anacleto parezca desorientado. Queremos firmeza y determinación. Es un héroe. Así que optamos por todo lo contrario: ligereza y empaque.
 
 
 
- ¿Cuáles son tus compositores favoritos de música de cine?
 
 
Escucho bandas sonoras desde muy pequeño. No recopilaciones de tracks. Score puro y duro. Antes de ver la película, después… esa es mi forma de vida. Escuchar música. Mucha música y todo tipo de música. En ese sentido, me inspiran tanto Burwell, Budd, Schifrin como Low, Massive Attack y los Beatles. Me sorprenden tanto Morricone, Rota y De los Ríos  como Prokofiev, Satie o Bach. Disfruto tanto de Williams, Newman o Zimmer como de Miles Davis, Richard Hawley o de Los Planetas. Me alimento de músicos de todo tipo: Eddie Palmieri, Xavier Cugat, Agustín Lara, Suicide, The New Raemon, Carpenter, Giacchino, Max Richter, Yma Sumac, Nina Simone… Todos plantean ideas interesantes y rezuman libertad creativa. 
 
No me interesan las guerras tipo ”Beatles vs Rolling” o “Williams vs Zimmer”. Las encuentro absurdas. Son muletillas perezosas. Al igual que “esta película está muy bien, pero le sobran 20 minutos”. Qué curioso, siempre son 20. Me recuerda a cuando en Amadeus el Emperador José II le dice a Mozart que le ha gustado mucho su obra, pero que “hay demasiadas notas”, a lo que Mozart responde “No comprendo majestad, hay tantas notas como la obra requiere, ni más ni menos.” El Emperador se aferra a su brillante comentario y le recomienda que eliminando algunas notas su obra será perfecta. Mozart pregunta: “¿Cuales concretamente eliminaría usted, majestad?”.